Los recicladores como ecologistas populares
María Fernanda Solíz
Resulta fundamental reivindicar a los y las recicladoras del mundo, organizados y no organizados, como actores comunitarios y no como sujetos privados, es decir como ecologistas populares quienes, desde sus demandas, luchan por la justicia social, ecológica y de género. Los y las recicladoras han sido un grupo históricamente excluido, segregado y desplazado. Han sido desplazados de sus territorios, se les ha negado el derecho a la ciudad, se ha limitado su oficio y han sido despojados de los medios de producción (equipamiento de protección, triciclos, carretas, centros de acopio, bodegas, maquinaria y demás condiciones materiales que posibiliten el ejercicio pleno del oficio del reciclaje).
Frente a esto y como medida de reversión de las tres dimensiones de la acumulación originaria del capital, los y las recicladoras retornan, a través de su oficio, a (1) reterritorializar las ciudades, (2) recuperar sus medios de producción y (3) exigir el derecho al acceso “cierto y seguro”, de la basura como como bien común, como valor de uso no mercantilizable, e inalienable al gremio reciclador.
En la misma línea, desde el ecologismo popular, reivindicamos que la basura no es mercancía, la basura es naturaleza y bien común. Si permitimos que la basura se convierta en mercancía privatizable, se legitimaría la utilización de tecnologías antiecológicas, ineficientes y peligrosas para la salud humana y ecosistémica, otorgándole al sector industrial-empresarial, una vez más, el poder de lucrar a través de la apropiación de la basura. Pero, sobre todo, en estas fórmulas, los recicladores del mundo no tienen cabida, como no tienen cabida las propuestas por un cambio radical de modelo, el cese de los extractivismos, el rechazo a las tecnologías perniciosas, el boicot al sobreconsumo, el compostaje, la reducción, regulación y prohibición de materiales no reciclables.
En América Latina y el Caribe la basura es un valor de uso vital para alrededor de cuatro millones de familias recicladoras.A esto se suma que la gran mayoría de las recicladoras en el mundo, son mujeres. Mujeres que sufren la triple carga: la de clase social, la de género y la de etnia, además de otras diversidades que agudizan su vulnerabilidad: las orientaciones sexo-género diversas, la edad, las capacidades especiales y la pérdida de salud.
Se trata de mujeres que, por un lado, enfrentan el peso del trabajo reproductivo de la procreación, la crianza y el trabajo doméstico no remunerado; y por otro lado el de la producción social precarizada. Pero sobre todo se trata de mujeres que luchan desde el comunitarismo y la organización, y que en la práctica construyen, en el vertedero a cielo abierto y en el reciclaje a pie de vereda, la utopía del “bien común”, del “otro mundo posible”.
El oficio del reciclaje ha sido reivindicado por los y las recicladores como un oficio emancipado y emancipador: los y las recicladores aman el reciclaje y no buscan otro trabajo, se sienten orgullosos de su oficio. Ellos saben que es el reciclaje, el que ha posibilitado y garantizado condiciones materiales dignificantes y saben, a su vez, que la organización les ha devuelto la voz, la participación y la representación política. Por otro lado, los recicladores subvierten las obsolescencias y el sobreconsumo, en tanto devuelven a las mercancías desechadas su valor de uso por encima de su valor de cambio.
De la basura recuperan alimentos, vestido, zapatos, libros, juguetes, material de construcción etc., y solo después de ello, la comercializan como materia prima. En este ciclo se disputan nuevamente dos dimensiones:la primera el derecho a la remuneración por el oficio y la segunda el pago justo por la materia prima recuperada y reinsertada en el sistema económico.
Muchos recicladores y recicladoras han nacido y morirán sin tener ninguna propiedad más allá de su fuerza de trabajo y sin tener voz. El reciclaje, sin embargo, no solo les ha devuelto la dignidad, sino que las ha convertido en uno de los movimientos del ecologismo popular más importantes de la región.
Fotos: Tania Macera y Fernanda Solíz